En apenas dos años, la revolución de la inteligencia artificial (IA) ha pasado de ser una promesa tecnológica a convertirse en la mayor ola de creación de riqueza que se recuerda. Fondos de inversión colosales, rondas de financiación récord y valoraciones sin precedentes están generando una nueva élite económica a un ritmo vertiginoso, transformando Silicon Valley y, de paso, el mapa global de las grandes fortunas.
Según datos de CB Insights, ya existen 498 “unicornios” de IA —compañías privadas valoradas en más de 1.000 millones de dólares— con una capitalización conjunta de 2,7 billones de dólares. De ellos, un centenar han nacido desde 2023, un dato que ilustra la velocidad con la que esta industria está produciendo gigantes empresariales. El fenómeno no se limita a las startups: la subida de las acciones de Nvidia, Meta, Microsoft y otros grandes actores del sector ha multiplicado patrimonios y disparado los ingresos de ingenieros especializados, que se han convertido en uno de los perfiles mejor remunerados del mundo.
“En más de un siglo de datos, nunca habíamos visto riqueza generada a esta escala y a esta velocidad”, asegura Andrew McAfee, investigador principal del MIT.
Fundadores jóvenes, rondas millonarias y fortunas en papel
El nuevo mapa de multimillonarios incluye nombres que hasta hace poco eran desconocidos para el gran público. Mira Murati, exdirectora de tecnología de OpenAI, fundó en febrero Thinking Machines Lab, y en apenas cinco meses levantó 2.000 millones de dólares en la mayor ronda semilla de la historia, alcanzando una valoración de 12.000 millones.
Anthropic, la startup liderada por Dario Amodei, negocia una ronda de 5.000 millones que elevaría su valoración a 170.000 millones de dólares, casi triplicando la cifra de marzo. Michael Truell, fundador de Anysphere con solo 25 años, vio cómo la valoración de su empresa pasó de 9.900 millones en junio a ofertas de hasta 20.000 millones semanas después, situándole directamente en la lista de los nuevos milmillonarios.
Aunque gran parte de esta riqueza es “en papel” —acciones de empresas privadas que no cotizan en bolsa—, los mercados secundarios y las adquisiciones están dando liquidez parcial a muchos fundadores. OpenAI, por ejemplo, prepara una venta de acciones para empleados que podría fijar su valoración en 500.000 millones de dólares. Desde 2023, se han registrado 73 eventos de liquidez en el sector, incluyendo fusiones, salidas a bolsa y compras corporativas.
Silicon Valley renace y concentra la riqueza global
La fiebre de la IA tiene epicentro claro: la Bahía de San Francisco. Allí, el capital riesgo invirtió más de 35.000 millones de dólares en 2024, y la ciudad ya supera a Nueva York en número de multimillonarios: 82 frente a 66. El mercado inmobiliario de lujo se ha disparado; el año pasado se vendieron más casas por encima de 20 millones de dólares que nunca antes, revirtiendo la sensación de decadencia que la ciudad vivió durante la pandemia.
“Se ha dicho durante 25 años que otra región sustituiría a Silicon Valley, pero sigue siendo el mismo núcleo de talento, capital y contactos”, subraya McAfee.
De la euforia al asesoramiento financiero: el camino que se repetirá
A medida que estas fortunas se vuelvan líquidas con futuras salidas a bolsa, los bancos privados y firmas de gestión patrimonial se disputarán el acceso a estos nuevos clientes. Sin embargo, como ocurrió con los “dot-com” en los años 90, la mayoría invertirá primero en otras startups tecnológicas de su entorno antes de diversificar.
Simon Krinsky, veterano de la gestión de grandes patrimonios en San Francisco, advierte que gran parte de la riqueza actual es altamente ilíquida y que la transición hacia carteras diversificadas llegará con el tiempo y, probablemente, después de algún sobresalto de mercado. Entonces, el mismo espíritu disruptivo que creó sus empresas podría transformar también la industria de la gestión de patrimonios, integrando herramientas de IA en funciones hoy dominadas por asesores tradicionales.
La historia demuestra que, tras los primeros años de euforia, los nuevos millonarios terminan buscando protección frente a la volatilidad, asesoramiento fiscal y planificación de herencias. Y en ese terreno, la inteligencia artificial podrá automatizar mucho, pero difícilmente sustituirá la experiencia y la confianza que ofrecen los gestores más experimentados.