Huawei, el coloso tecnológico chino nacido en Shenzhen, ha conseguido lo que parecía imposible hace apenas una década: transformarse de proveedor de switches telefónicos y redes 5G en el principal referente nacional —y potencial rival global— en inteligencia artificial (IA). Esta metamorfosis no ha sido fruto de una evolución natural, sino de una respuesta estratégica a años de sanciones lideradas por Estados Unidos, que forzaron a la compañía a reinventarse lejos del hardware occidental y desarrollar un ecosistema propio, desde chips hasta centros de datos y modelos de IA entrenados localmente.
La presión externa, lejos de debilitarla, se convirtió en el catalizador de una expansión tecnológica sin precedentes. Huawei no solo desafía a Nvidia en el segmento de procesadores avanzados, sino que también lidera el despliegue de infraestructuras, software y modelos de IA verticalizados para industrias estratégicas. En palabras de Jensen Huang, CEO de Nvidia, la firma china es “una de las compañías tecnológicas más formidables del mundo”.
Del veto comercial a la supremacía tecnológica
Fundada en 1987 por Ren Zhengfei, un exingeniero del ejército chino, Huawei comenzó como un modesto distribuidor de equipos de conmutación telefónica. En las décadas siguientes, su enfoque agresivo en mercados emergentes como África, Oriente Medio y América Latina le otorgó un crecimiento vertiginoso, consolidándose como líder en infraestructura de telecomunicaciones y, posteriormente, en la industria global de smartphones.
Pero el punto de inflexión llegó en 2019, cuando Washington incluyó a Huawei en una lista negra de exportaciones, vetando su acceso a tecnologías críticas estadounidenses. El golpe fue inmediato: su división de consumo —entonces la más rentable— perdió más de la mitad de sus ingresos en un solo año. En paralelo, las acusaciones de riesgos para la seguridad nacional y el arresto de su directora financiera Meng Wanzhou en Canadá convirtieron a la compañía en un símbolo de resistencia nacional en China.
Lejos de replegarse, Huawei respondió con ambición. Lanzó en 2019 su chip de IA Ascend 910 y definió una estrategia de “IA full-stack” que implicaba diseñar desde el silicio hasta las aplicaciones. Incluso sin acceso a TSMC, la fundición taiwanesa clave para los chips de alto rendimiento, Huawei sorprendió al mundo en 2023 con un teléfono móvil 5G fabricado con un chip nacional desarrollado junto a SMIC, otro actor sancionado.
El desarrollo del nuevo procesador Ascend 910B y su sucesor, el 910C, apuntala su intención de cerrar la brecha tecnológica con Nvidia. Y lo está logrando. En abril de 2025, Huawei presentó su sistema CloudMatrix 384, un clúster con 384 chips Ascend capaz de competir —e incluso superar— al GB200 NVL72 de Nvidia en ciertas métricas. Además, la firma china ha creado su propia alternativa al ecosistema CUDA de Nvidia: la plataforma de desarrollo CANN.
Una visión integral: del chip al modelo de IA
Pero Huawei no se limita a fabricar procesadores. Bajo su “estrategia del ecosistema Ascend”, la empresa ha consolidado una red de centros de datos basada en sus propios chips y sistemas, operados por Huawei Cloud, su división de computación en la nube lanzada en 2017 para rivalizar con Amazon Web Services y Oracle. Esta infraestructura da vida a los modelos Pangu, una serie de modelos de lenguaje y visión artificial diseñados para sectores como salud, finanzas, gobierno, minería o automoción.
A diferencia de los modelos generalistas como GPT-4 o Gemini de Google, Pangu se enfoca en soluciones industriales. En mayo de 2025, Huawei anunció que más de 20 industrias ya aplicaban sus modelos. Uno de los casos más emblemáticos es el despliegue de más de 100 camiones eléctricos autónomos en minas de carbón en China, integrando IA, red 5G y computación en la nube para operar en entornos complejos. Según Jack Chen, vicepresidente de la unidad de minería de Huawei, este tipo de soluciones pueden replicarse fácilmente en países de Asia Central, África o América Latina.
La apertura de código de los modelos Pangu busca precisamente facilitar su expansión global, alineada con la Iniciativa de la Franja y la Ruta impulsada por Pekín. Para analistas como Patrick Moorhead, Huawei podría construir una posición dominante en estos mercados emergentes en menos de una década, repitiendo la estrategia que empleó con sus redes móviles.
Una amenaza creíble al dominio occidental en IA
El ascenso de Huawei en la inteligencia artificial no es anecdótico: representa un cambio estructural en la competencia geopolítica y tecnológica entre China y Estados Unidos. Las sanciones que intentaron frenar a Huawei terminaron acelerando la consolidación de un ecosistema alternativo, soberano y competitivo. El resultado es que, mientras Nvidia se corona como la empresa más valiosa del mundo, Huawei le pisa los talones desde un frente más diversificado, combinando hardware, software e implementación industrial.
La compañía china ha logrado lo que pocas tecnológicas del planeta pueden: integrar con éxito productos y soluciones en áreas tan complejas como los semiconductores, la computación de alto rendimiento, los modelos de IA especializados y las redes de última generación. Y aunque aún enfrenta limitaciones, especialmente en escalabilidad y compatibilidad con herramientas de desarrolladores occidentales, su avance constante sugiere que subestimarla sería un error estratégico.
Conclusión: de mártir tecnológico a campeón nacional
Huawei ha demostrado que la adversidad puede ser la chispa de la innovación. Convertida en símbolo del esfuerzo chino por la autosuficiencia tecnológica, hoy lidera la ofensiva nacional en IA con una combinación única de talento, inversión y respaldo estatal. Su evolución no solo redefine el papel de las empresas chinas en el tablero global, sino que plantea una pregunta inquietante para Silicon Valley: ¿y si el próximo líder de la inteligencia artificial no nace en California, sino en Shenzhen?