El servicio de internet satelital Starlink, propiedad de SpaceX, experimentó este lunes una interrupción que dejó a miles de usuarios en Estados Unidos sin conexión durante varios minutos. Los reportes comenzaron a multiplicarse en Downdetector, la plataforma que recopila incidencias técnicas en tiempo real, lo que confirmaba que el fallo había tenido un alcance considerable. Aunque la compañía no ofreció de inmediato explicaciones, se trató de la segunda caída en apenas dos semanas, lo que vuelve a poner bajo escrutinio la fiabilidad de una red que ya suma más de seis millones de usuarios en 140 países.
El episodio recordó al ocurrido el 24 de julio, cuando la interrupción se prolongó durante horas y fue atribuida por Michael Nicolls, vicepresidente de Ingeniería de Starlink, a un “fallo de servicios internos esenciales” que afectó al núcleo del sistema. Aquella caída coincidió con el lanzamiento del servicio de T-Mobile impulsado por la infraestructura de Starlink, diseñado para garantizar cobertura en zonas remotas donde las antenas tradicionales de telefonía no alcanzan.
Starlink se ha convertido en el mayor proyecto de internet satelital del mundo. Con más de 7.000 satélites operativos en órbita baja, supera ampliamente a cualquier competidor en el mercado. Sin embargo, la magnitud de la constelación no ha evitado que los problemas técnicos se hagan sentir con cierta frecuencia, lo que plantea dudas sobre la estabilidad de un servicio que, pese a sus avances, aún se encuentra en fase de consolidación.
Nuevos satélites y tensiones regulatorias
Mientras los usuarios reportaban la caída, SpaceX completaba con éxito un nuevo lanzamiento desde la base espacial de Vandenberg, en el sur de California, añadiendo más satélites a la constelación de Starlink. La compañía de Elon Musk mantiene un ritmo acelerado de despliegue y se ha fijado el objetivo de duplicar las operaciones desde esa base militar, pasando de 50 a cerca de 100 lanzamientos anuales.
Esa ambición, sin embargo, se ha topado con resistencias. La semana pasada, la Comisión Costera de California votó por unanimidad en contra de la solicitud de la Fuerza Espacial de Estados Unidos para ampliar el número de lanzamientos de SpaceX en Vandenberg. El organismo argumenta que no se han evaluado de manera adecuada los posibles impactos medioambientales de esa intensificación de actividad sobre comunidades vecinas y ecosistemas locales.
La oposición regulatoria coincide con un cambio político a nivel federal. El presidente Donald Trump firmó recientemente una orden ejecutiva destinada a flexibilizar normativas medioambientales que, en opinión de Musk y otros actores del sector aeroespacial, dificultan el desarrollo de operaciones comerciales en el espacio. Esta decisión podría allanar el camino para que SpaceX logre sus objetivos de expansión, aunque el pulso con las autoridades estatales promete prolongarse.
Entre la promesa y la incertidumbre
El proyecto Starlink ha logrado una proyección global sin precedentes, abriendo acceso a internet en lugares donde las infraestructuras terrestres resultan inviables. En países en desarrollo, comunidades rurales o escenarios de emergencia, su papel se ha revelado crucial. Pero la otra cara de esa expansión es un servicio que aún debe demostrar consistencia técnica y capacidad de respuesta frente a fallos recurrentes.
La simultaneidad de la caída y el lanzamiento pone de relieve la paradoja de Starlink: mientras la red crece a una velocidad que redefine el sector, sus debilidades internas siguen saliendo a la luz. La pregunta es si SpaceX logrará consolidar la fiabilidad de su sistema al mismo ritmo que multiplica sus satélites en órbita. El futuro del internet globalizado desde el espacio dependerá, en buena medida, de esa respuesta.